
El Pabellón argentino, un caso de tensión identitaria
Argentina en la exposición universal de Paris de 1889.
Introducción
En 1889 se celebró en París la exposición universal con motivo del centenario de la revolución francesa en la cual participaron más de 60 países. En un contexto particular de la revolución industrial y de asentamiento de los estados nación, los países participantes buscaban mostrarse al mundo como grandes potencias tecnológicas y culturales llevando sus avances científicos e industriales. Para mostrar estos avances, la sede destinaba a cada país un lugar en el que construir su pabellón el cual de cierta forma funcionaba como un contenedor de esos avances científicos, por lo que tenía una gran carga simbólica que cada país debía tener en cuenta a la hora de transmitir un mensaje de poder y grandeza (Greenhalgh, 1988). Dentro de este contexto industrial, Argentina a fines del siglo 19 tenía un gran peso como país agroexportador de materias primas para la incipiente industria europea y adoptaba el rol de receptor de aquella infraestructura elaborada como los ferrocarriles británicos. La argentina de este periodo aspiraba a ser una nación europea y moderna importando los estilos arquitectónicos franceses y renegando de su pasado colonial (Romero, 1946).
Es en este contexto tan particular que Argentina es invitada a participar de la exposición universal de París y en la que debe construir el pabellón que la represente. Es aquí cuando se presenta una tensión entre lo que es la exposición del país y el edificio en el que se expone. Argentina, con la intención de mostrarse al mundo como una nación europea y pujante decide diseñar su pabellón con un arquitecto francés, Albert Ballu, que emplea las más novedosas técnicas constructivas industriales de la época, como lo son el acero y el vidrio. Este nuevo método constructivo chocó con la arquitectura identitaria nacional y propuso más la aspiración de lo que la nación quería ser que lo que era (Salas & Billoch, 1968). La tensión apareció justamente en el interior, en la exposición, Argentina reflejaba su identidad en la producción de materias primas agrícolas y agropecuarias y en su materia urbanística como la ciudad de la plata por ejemplo. Es por ello que a partir de estas tensiones encontradas, el trabajo se pregunta: ¿Hasta qué punto se puede confirmar, o refutar, que el pabellón argentino fue una traición a la arquitectura nacional? ​

vista a vuelo de pajaro de la exposicion universal de paris desde la torre eiffel, a la derecha, el pabellon Argentino, tomando un punto clave dentro de la exposcion
El Pabellón argentino y la identidad importada
A partir del contexto histórico tratado en la introducción, podemos afirmar que Argentina se encontraba en un punto de inflexión. Su pasado era colonial, y también lo era su arquitectura. Pero esa arquitectura, una vez independizado el país, dejó de ser representativa para su pueblo, ya que no representaba los ideales de una nación nueva y moderna. Se comenzó con la demolición de este tipo de edificios con el fin de borrar todo lo que tuviera que ver con los tiempos en los que fueron colonia española. “Buenos Aires no ha sido capaz de conciliar la tradición con la modernidad, ha crecido borrando las huellas de su pasado. Durante el siglo XIX se ha perdido la mayor parte de la arquitectura colonial, sólo quedan remanentes y casi todos pertenecientes a su arquitectura monumental” (Benedet, V. 2012). Para identificar una identidad, es necesario entender si hubo o no una arquitectura originaria, sin embargo, la única posible arquitectura local eran los ranchos criollos y estancias, así como lo indígena, y todo eso era rechazado por las clases dirigentes por vincularlo al no progreso. Entonces, con las esperanzas de un país joven en crecimiento, se empezó a mirar hacia Europa, sobre todo los dirigentes y la clase social elitista, quienes querían pertenecer al mundo europeo. Por ello, inicia un período de transformación de la ciudad con miras hacia una “ciudad moderna”. “En este período, Buenos Aires -a la que un escritor llamó la Gran Aldea- se preparó para ser una ciudad moderna, según el proyecto progresista de la generación del ochenta que buscó la europeización y la modernización del país, insertándolo en la economía capitalista internacional bajo la hegemonía británica, con carácter de productor agrícola-ganadero.” (Pernaut, 2019)Este proceso se dió en cuestión de casi tres décadas, un tiempo considerablemente acelerado teniendo en cuenta la poca antigüedad del país. “El total de lo que construyó en ese período (1880-1914) el sector público es sencillamente colosal y para un país como el nuestro, en su primera etapa de desarrollo, casi inconcebible. La euforia progresista que se sintió en torno al Centenario no fue un invento de algunos poetas, escritores o políticos irracionalmente exaltados o absurdamente optimistas; fue la consecuencia de observar objetivamente todo lo que se estaba haciendo.” (Pernaut, 2019)​
A la par de esta creciente europeización es que Argentina pretende mostrarse a sí misma al mundo como algo que todavía no es. Si bien estaba en medio de una fuerte transformación a nivel urbano, para ese momento todavía no había una identidad consolidada. Al no encontrarla en su propio pasado, empieza a mirar hacia afuera, adoptando una identidad importada. Importada como su nueva arquitectura a nivel diseño, necesidad y técnica. “Otra causa de la transformación de la ciudad comenzó a manifestarse en este momento: la conversión de Buenos Aires en una urbe física y culturalmente europea. Había en ello interés en el progreso, pero también en mostrar que se pertenecía al privilegiado mundo de allende los mares. Un cierto espíritu exhibicionista se mostró desde la década del cincuenta (1850).” (Pernaut, 2019)
​​
​Para ilustrar esta identidad importada, presentamos un cuadro con seis ejemplos de edificios construídos en la época, todos construídos con materiales de Europa, y proyectados y construídos por arquitectos europeos.​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​​

Es por esto que cuando se realiza la exposición universal de 1889 en París, Argentina toma la oportunidad para exhibirse ante Europa y demostrar quién es. No sorprende entonces que el Pabellón Argentino haya sido diseñado y construído por un arquitecto francés, Albert Ballu, ya que empleando las nuevas técnicas y los últimos materiales para construir el pabellón, Argentina podía dar exactamente la imagen que quería dar al resto: una imagen de esplendor, progreso, prosperidad y avance.
Como podemos ver en la imagen, el pabellón en sí no representa la identidad de Argentina, ni por morfología, de tipo pabellón, sin referentes tipológicos previos en el país; ni por remontar a algún elemento de su cultura, ya que el lenguaje del pabellón responde más a una era industrial y no a un pasado nacional; ni por la técnica constructiva empleada, la cual era innovadora en el país. Por el contrario, el contenido del Pabellón eran elementos autóctonos relacionados al progreso industrial, agrícola y ganadero de Argentina, tales como carnes, cereales y vinos, pero también maquetas como la de la ciudad de La Plata o esculturas, incluyendo retratos de próceres argentinos. Es por esto que podemos afirmar que el pabellón es meramente un contenedor que nada tiene que ver con su contenido.
​
Si bien entendemos que el Pabellón Argentino no era representativo del país, consideramos que no basta el análisis de la arquitectura nacional de la época ni del pabellón para entender por qué esa era la arquitectura que se eligió para proyectarlo. Por esto, nos preguntamos ¿Qué se exponía y cómo eran el resto de los pabellones de exposición de París 1889?

Imagen del Pabellón Argentino de la Exposición Universal de 1889 en París

Imagen del interior del Pabellón. Se muestra el contenido más relacionado a la identidad nacional
La exposición y el pabellón como medio
Para comprender si esta búsqueda era exclusivamente argentina o regional, resulta necesario observar cómo otros países latinoamericanos representaron su identidad en París. La Exposición Universal de París fue organizada con el fin de celebrar el centenario de la Revolución Francesa, que fue concebida como la representación del progreso material y científico alcanzado por la humanidad, y en especial por Francia, que se proclamaba centro cultural del mundo moderno. Benevolo explica que, “la arquitectura de las exposiciones es el reflejo de un mundo que se organiza según el progreso industrial; las naciones compiten en exhibir su civilización a través de sus edificios”, es decir la arquitectura se transformó en un medio para exhibir el poder, la tecnología, y el progreso (el contenido), a través la arquitectura (contenedor).
Uno de los pabellones, el de México, logró representar su identidad nacional a través de un edificio que integraba símbolos prehispánicos en el contexto de una estructura moderna y metálica. Su contenido fueron recursos minerales, máquinas industriales, modelos arqueológicos, agricultura, etc. Esto implicó el intento de una representación de la identidad propia: mostrar el pasado autoctono como fundamento de la nación moderna.


El pabellón a la izquierda, Chiche itza a la derecha. Morfología que se asemeja a la de una pirámide Mexicana, con distintos dibujos en sus muros guerreros mexicanos, dioses prehispánicos, y escenas agrícolas.También sus ritmos, ejes y su materialidad en fachada.
Por otro lado, el pabellón de Brasil se representó con un estilo neoclásico metálico, hierro y vidrio. El contenido, era materia prima, como café, cacao, maderas, etc, y el contenedor fue decorada con motivos vegetales tropicales, esculturas alegóricas, referencias al escudo imperial brasileño y su bandera. Se ve una perdida en la busqueda de mostrar la identidad propia a traves de la arquitectura


El pabellón de Brasil a la izquierda, el Palacio Imperial de Petrópolis a la derecha, se aprecia una gran diferencia estética entre ambos edificios
“Las naciones americanas, ansiosas de incorporarse al mundo industrial, adoptan el lenguaje europeo del hierro y del vidrio como emblema de progreso, aunque lo revistan con símbolos patrióticos o históricos” (Benévolo).


A la izquierda, el pabellón argentino y su búsqueda de identidad Europea, a la derecha, el cabildo, como símbolo de la identidad española impuesta en Argentina en la época colonial.
En cuanto al Pabellón argentino, que al igual que el de Brasil, importó sus materiales de Francia, y a su vez terciarizó al arquitecto que lo diseñó, mostró un edificio que recuerda poco a la arquitectura argentina de aquel entonces. Aun así, ganó el primer premio, ya que “demostraba una arquitectura avanzada,representación nacional convincente, buena visibilidad e inversión, y el cumplimiento técnico y formal”. Esta cita da a entender que la Argentina logró dar esa imagen europea que buscaba en la exposición y que los europeos entendían como el camino del progreso que debía adoptar Argentina. Entonces aunque haya países que hayan logrado representar su identidad a través de la arquitectura como el de México, se observa que las exposiciones tenían diferentes formas de resolver la representación de su identidad o se veía bien el querer mostrar una imagen de progreso.
A partir de estos tres casos analizados, se comprende que no solo fue el pabellón argentino el que buscaba una identidad nacional, inspirándose en lo europeo, ya que Brasil seguía los mismos pasos. Distinto fue el caso de México, que sí logró representar más su identidad nacional en su contenedor. De esta forma, cabe preguntarse finalmente si ese camino de progreso de la arquitectura europea importada fue el camino que tomó argentina de allí en adelante y que generó en Buenos Aires el Pabellón argentino una vez trasladado.
La exposición y la identidad importada
Para verificar el interrogante sobre la relación de la identidad del pabellón con la que hay o se aspira en Argentina, se analizará como convive el Pabellón argentino cuando lo trasladan a Buenos Aires con la arquitectura local. Para eso se tomaran de ejemplo pabellones de exposición del Centenario de 1910 de Argentina en la que el pabellón analizado participó y también su entorno inmediato. Así se podrá comparar, en un mismo contexto de exposición pública e internacional que se inspira en la de París de 1889, cómo son los pabellones que se presentan en el país y a su vez cómo es la identidad de los edificios cercanos a donde lo implantaron.
Contenedor
“(...)fomentar la inmigración fue el argumento necesario de la oligarquía gobernante pues, frente a la tarea de poblar y transformar la estructura social, hubo que “traer la Europa a la América” (Ortiz et al., 1968), y para ello, nada mejor que alejarse de las tradiciones hispánicas, educarse en Francia, aprender más rápido a consumir que a producir y, por supuesto, la disciplina correcta fue alienar la inteligencia en valores más ajenos que propios.” (Méndez, P. S., & Gutiérrez Viñuales, R. (2008)

Postal muestra la bien recibida de Argentina a grandes barcos extranjeros
El Centenario fue anhelado por la élite ya que de esa manera, se aseguraba no solamente el impulso del turismo sino también las inversiones extranjeras, a la vez que Argentina se mostraría al mundo como país productor de materias primas. Los pabellones instalados en cualquiera de las exposiciones más importantes, intentaron ser la imagen de lo que otras naciones o las provincias argentinas representaban, con símbolos de riqueza, progreso y modernidad. Como Argentina no tenía esos símbolos tan arraigados a su identidad, se contrapusieron a los estilos arquitectónicos predominantes en la Buenos Aires de ese entonces. Por eso, estos lugares eran para la exhibición de los placeres burgueses, los lugares para ver y para ser vistos. Se buscaba la atracción de países extranjeros y personas de clase alta, por eso la importancia de los edificios con su gran escala y con una carga expresiva que traían las nuevas tendencias europeas. Siendo la innovación, la calidad y las mejoras tecnológicas estrategias que atraen a estos sectores.
​
Se convocó a un concurso internacional para los pabellones que se exponían. El primer premio fue para el arquitecto Emilio Lavigne por su proyecto de carácter “práctico, económico y el de más fácil y rápida ejecución” (Sociedad Central de Arquitectos, 1993, p. 73). Si bien su propuesta no coincide con las bases del certamen, ya que tenía masas sólidas de mampostería y mucha ornamentación que no reflejaba plenamente la idea modernista, ligera y simbólica que se esperaba para la muestra. Su elección demuestra cómo, en muchas obras del período, la urgencia práctica terminó imponiéndose sobre la búsqueda de una verdadera identidad arquitectónica nacional.


Pabellón de acceso a la Exposición de Bellas Artes, fachada francesa estereotómica y con gastos en detalles ornamentales.
El Pabellón Lavigne fue el acceso a la exposición de Bellas Artes en el que se dio en el Pabellón argentino que se traslado de París. Fue desarmado, traído a Buenos Aires y reinstalado en 1894, frente a la plaza San Martín. Podemos ver la convivencia entre ambos pabellones y la similitud en el estilo arquitectónico frances que muestran.

Similitud volumetrica, circulatoria, ornamental y de lenguaje. Constraste entre estereotómico y tectónico.
También podemos ver como edificios cercanos de otras tipologías tienen la fachada y estilo que dialogan, el contenedor respeta lo visual y la idea de tomar como modelo a Francia. Entonces no sólo es parte del pabellón en París tomar una identidad ajena, sino de varios edificios implantados en el país. No se generan contrastes, el eclecticismo empieza a ser parte también de la identidad nacional argentina del momento.


Similitudes en ornamentación, aventanamientos, fachadas y techos con edificios cercanos
Contenido
La Exposición de Ganadería, Agricultura e Industria Internacional, si bien tiene un estilo francés y relacionado con la revolución industrial, alejado de este ámbito rural, hay una gran muestra sobre los productos del campo de todo el país y las actividades agrícolas. Este pabellón muestra la situación actual argentina y va acorde con la exposición, ya que en este ámbito si tuvimos las ideas de modernidad que se buscaba. Con esto logra mostrarse como potencia, por el contenido de identidad en progreso, y convoca a la gente por ser “granero del mundo”.


Contraste entre estilo arquitectónico francés y muestra argentina.
En cambio, el pabellón de Bellas artes reunió obras maestras enviadas desde los principales países europeos y americanos, fue una exposición más ajena, el contenido es de una identidad importada y teniendo una pequeña parte propia. Por lo tanto, vemos cómo se invierten las identidades entre contenedor y contenido, si bien la función del edificio es otra. En Francia el contenedor coincide con la identidad francesa y el contenido la identidad cultural y productiva de Argentina, mientras que en Argentina, el contenedor coincide con la identidad argentina ya que el ecleptisismo y estilo frances es parte, y el contenido la identidad cultural europea.


Pequeña proporción nacional de exposición Argentina.
“(...) el objetivo cada vez más vigente de construir una identidad nacional a través de la conformación de un imaginario público, en el que los padres de la patria compartieron escenario con los testimonios escultóricos y simbólicos aportados por otras naciones, en especial europeas.” (Méndez, P. S., & Gutiérrez Viñuales, R. (2008). Buenos Aires en el Centenario: edificación de la nación y la nación edificada. En F. Aliata & G. Silvestri (Eds.), El espacio del poder: la arquitectura del Estado nacional (1880–1910)
Las exposiciones respondieron más a los deseos de una élite económica e intelectual, siendo como bazares con ideas de progreso y de despertar de la necesidad de nuevos productos, como rige el capitalismo y las ideas de progreso. Se muestra como un entorno ajeno que se implantó como parte de la identidad nacional, justamente para poder instalar en el imaginario colectivo una nueva idea de arquitectura con ideales a Europa y el modernismo. Poder ver como un pabellón con nombre argentino puede servir sin cambios en su contenedor para un contenido ajeno y no contrastar, entonces nos confirma que no se buscó tener una intensión de mostrarse con una identidad que sólo represente o se distinga como argentina.
Conclusión
A modo de conclusión, cabe volver a hacerse la pregunta que dio origen al trabajo y replantearse la pregunta de si el pabellón Argentino fue o no una traición a la arquitectura nacional. El desarrollo del análisis nos da a entender que aquella arquitectura nacional que se tomó como un preconcepto al inicio del análisis era sumamente difusa e influida por agentes externos y era a su vez algo construido por las distintas élites gobernantes. Es por esto que se entiende que a su vez no hubo dicha traición. A diferencia de Mexico y quizas asemejándose más al caso de Brasil, Argentina no tenía un claro pasado identitario arquitectónico al cual remontarse o que al menos tuviera cierto valor para las elites gobernantes de esa época que dotará a los edificios del carácter de progreso y fortaleza que necesitaba el país en ese momento. El joven país necesitaba una clara imagen frente al mundo que no encontraba en la arquitectura colonial de esa época, debido a que esta tampoco era una identidad propia si no una impuesta por otro país y reforzaba esa imagen de colonia tan poco buscada del momento. Es lógico que en este contexto el país optara por mostrarse al mundo de la forma a la que aspiraba más que de la forma que era, como una primera punta de lanza que guiará el resto de la arquitectura de allí en adelante. El Pabellón Argentino no muestra el país que existía, sino el país que se quería ser en ese momento histórico particular. La identidad Argentina pasa a ser de alguna forma una que nace de esta disputa entre épocas, estilos y culturas en clara representación de las tensiones sociales del momento.
Bibliografia
Benévolo, L. (1974). Historia de la arquitectura moderna (3.ª ed.). Gustavo Gili
Benedet, V. (2012) La arquitectura colonial de Buenos Aires. Revista Bibliographica Americana.
Frampton, K. (2009). Historia crítica de la arquitectura moderna (3.ª ed.). Gustavo Gili.
Greenhalgh, P (1988) The Expositions Universelles, Great Exhibitions and World’s Fairs, 1851–1939, Manchester university press
Iñiguez, A. (2022) El Palacio de Aguas Corrientes en Buenos Aires: entre la higiene, el arte y la técnica. ArchDaily en Español.
Méndez, P. S., & Gutiérrez Viñuales, R. (2008). Buenos Aires en el Centenario: edificación de la nación y la nación edificada. En F. Aliata & G. Silvestri (Eds.), El espacio del poder: la arquitectura del Estado nacional (1880–1910))
Romero, L. (1946) Las ideas políticas en Argentina. México, Fondo de Cultura Económica
Pernaut, C. (2019) la argentina en el siglo XIX, Universidad de Buenos Aires.